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Los tres neoyorquinos que quieren ser presidente de EEUU

Hillary Clinton, Bernie Sanders y Donald Trump se desviven en estos días por rescatar sus raíces neoyorquinas de cara a las primarias del 19 de abril en Nueva York.

Sanders, quien es del barrio de Brooklyn, comió un hot dog esta semana en Coney Island; Trump, oriundo del barrio de Queens, visitó el museo del 11 de septiembre y donó 100.000 dólares a esa institución, en tanto que Clinton, quien tiene su casa en la vecina Westchester, viajó en el subway, o tren subterráneo... y tuvo que hacer cinco intentos en los molinetes antes de poder ingresar.

Un vistazo a la conexión neoyorquina de los tres aspirantes a la presidencia:

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BERNIE SANDERS

Siempre dice que su familia vivía en un edificio para gente humilde. No era, sin embargo, un cuchitril que se venía abajo. Era un edificio de seis pisos con todas las de la ley, modesto pero en el que toco funcionaba bien, en el sector de Midwood. En la misma cuadra había casas cuidadas y árboles.

Sanders hizo la secundaria en la James Madison High School. Un viernes reciente, Ahmed Khater, de 18 años, dijo que los alumnos estaban alborotados ante la noticia de que Sanders planeaba un acto frente al viejo edificio de la escuela ese día. "Es lo que se dice", afirmó Khater, acotando orgulloso que si Sanders llega a la presidencia, la escuela tendrá un exalumno en cada rama del gobierno, ya que también estudiaron allí el senador Chuck Schumer y la jueza de la Corte Suprema Ruth Bader.

La campaña de Sanders tiene oficinas no muy lejos de allí, en el sector de Gowanus de Brooklyn, junto al Canal de Gowanus, un sitio muy contaminado cuya limpieza ha movilizado a los hípsters de esa zona, que supo ser un barrio industrial, de obreros, y hoy está en plena transformación. Todavía hay muchas plantas siderúrgicas, depósitos y casas pegadas, que contrastan con el supermercado Whole Foods, los restaurantes caros y los negocios de tecnología que han aparecido en la zona.

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DONALD TRUMP

Pasó su infancia en una mansión de 370 metros cuadrados (4.000 pies cuadrados), con cuatro columnas blancas en el sector de Jamaica States de Queens. Su padre, quien construía viviendas para gente de clase media, tenía oficinas en Sheepshead Bay, en Brooklyn. En su libro "The Art of the Deal" (El arte de hacer negocios), Trump cuenta lo emocionante que fue para él cuando de joven decidió no seguir trabajando para su padre y se instaló en Manhattan, dejando atrás la vida en sectores más humildes de Nueva York.

"Tienen que entender: Era un chico de Queens, que trabajaba en Brooklyn, y de repente tenía un departamento en el Upper East Side", escribió. "Pasé a ser un muchacho de la ciudad en lugar de un chico de los barrios periféricos".

Ese mundo de su infancia es hoy un lejano recuerdo para el magnate, cuyo edificio más famoso se encuentra en la Quinta Avenida, el Trump Tower, con su nombre en grandes letras doradas en la entrada y también en el interior, donde hay un Trump Bar, un Trump Grill, un Trump Cafe, una heladería llamada Trump's Ice Cream Parlor y un Trump Store, que vende artículos alusivos a Trump. En la primera plante, pegado a un local de Gucci, hay una joyería que vende piezas diseñadas por la hija de Trump Ivanka. Cerca hay un templo de mármol, metal y vidrio, con una cascada de casi 25 metros (80 pies).

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HILLARY CLINTON

Sus raíces neoyorquinas no son tan fuertes como las de Trump o Sanders. Pasó su infancia en Illinois, se radicó en Arkansas, el estado de su marido, y luego se instaló en la Casa Blanca. Cuando comenzó a rumorearse que podría buscar una banca en el Senado representando a Nueva York, mucha gente le cayó encima diciendo que nunca había vivido en el estado. La pareja adquirió entonces, en 1999, una casa de cinco dormitorios y 1,7 millones de dólares en Chappaqua, un arbolado suburbio caro a casi 50 kilómetros (30 millas) de la ciudad de Manhattan. Acto seguido se pasó meses recorriendo el estado e informándose de todas las cosas relevantes.

Pese a esa conexión que ya lleva más de 25 años, no obstante, Clinton mantiene un acento del centro del país y una actitud reservada que por momentos hace pensar que no se siente como en casa en Nueva York. Uno no ve a Sanders o a Trump tomando el subway, pero ella lo hizo y sufrió la indignidad de no poder cruzar el molinete porque no estaba acostumbrada a deslizar la MetroCard por una ranura. Igual que Sanders, abrió oficinas en Brooklyn, cerca de los tribunales y de los edificios municipales, no en un sector de moda pero todavía humilde, como Sanders.