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Del jeroglífico al emoji de la mano de Keith Haring en la Albertina de Viena

Desde la línea simple de sus monigotes danzantes al concepto de "dibujo-palabra", el artista estadounidense Keith Haring (1958-1990) creó un auténtico alfabeto pictórico inspirado en los jeroglíficos egipcios y que, como los emojis actuales, buscaba comunicar más allá de la barrera del idioma.

"La idea de la exposición es transmitir el alfabeto de Keith Haring", explica a Efe Elsy Lahner, una de las comisarias de la muestra con la que la galería Albertina de Viena analiza hasta el 24 de junio cómo Haring creó un "lenguaje de signos" en el que los dibujos funcionan como palabras.

El bebé gateando, el perro con las fauces abiertas o las figuras humanas con un agujero por estómago, son algunas de las imágenes más famosas de un autor que buscó llevar al mayor público posible un mensaje cargado de reivindicaciones y protesta social.

"Su principal deseo era llegar a la gente", explica Lahner, quien admite que si bien muchos no reconocen el nombre de Haring, sí identifican inmediatamente sus dibujos.

Haring, que estudió semiótica en la Escuela de Artes Visuales de Nueva York, se sentía fascinado por los jeroglíficos del antiguo Egipto y su reducción del dibujo a unas pocas líneas.

En ese sentido, la muestra de la Albertina plantea el trabajo de Haring como un antecesor de los actuales "emojis" y emoticonos tan usados ahora en la era de internet y las redes sociales.

Un sistema muy práctico, analiza Lahner, en el que los dibujos son reconocidos internacionalmente, independientemente del idioma de cada uno, y, además, su significado varía en función del orden en el que se muestran.

"Se puede combinar los dibujos de forma que el significado cambie", explica la comisaria.

Así, por ejemplo, la famosa silueta de Haring del perro con las fauces abiertas, puede actuar como animal protector o como bestia que ataca.

Un lenguaje que el artista emplea para transmitir un mensaje con mucha carga política y que es reflejo de la época en la que creció y se formó.

El conflicto de Vietnam, la Guerra Fría, la amenaza de una hecatombe nuclear, el racismo, la drogadicción, la epidemia del VIH, el capitalismo, el consumismo desaforado, el temor a que la tecnología acabe esclavizando y deshumanizando, son temas que preocupan al artista.

En las más de cien obras que conforman esta muestra se repiten esos dibujos-palabras en obras de formato, técnica y mensaje diferente.

El bebé del que salen rayos, que lejos de ser una representación de la radiactividad, simbolizan el impulso, la energía vital.

O las figuras humanas con puntos o lunares, que señalan primero la homosexualidad o, en general, la pertenencia a una minoría y, luego, el sida, enfermedad de la que el propio artista murió en 1990.

La conocida representación de una figura humana con un agujero en el estómago fue creada por Haring en reacción al asesinato de John Lennon y quedó ya como una representación de la vulnerabilidad o del vacío existencial.

En la muestra hay ejemplos de toda la evolución creadora del artista, desde su primeros dibujos monumentales en 1978 en los que predomina una abstracción a la que renunció pronto, ya que no ayudaba a su objetivo de llegar a un público lo más amplio posible.

Así, ya a principios de la década de 1980 comienza con sus famosos dibujos a tiza en el metro de Nueva York, de los que llegó a realizar miles, siempre de forma espontánea y rápida, pendiente de no ser descubierto y arrestado (como ocurrió en ocasiones).

Claude Picasso, hijo del famoso pintor, llegó a comparar esa capacidad de improvisación y velocidad con la de su propio padre.

Una de las principales obras que incluye esta exposición es "The Matrix", un dibujo de quince metros de largo realizado en 1983 que aglutina todos los elementos de ese alfabeto que Haring había creado hasta el momento, aunque luego se fueron añadiendo más.

Aunque Haring no fue diagnosticado de VIH hasta 1988, su alfabeto expresivo ya había empezado a recoger tres años antes su reacción ante la muerte de amigos y conocidos.

En ese contexto, en la última sala de la muestra aparecen obras de gran formato, desasosegantes, llenas de figuras monstruosas, calaveras aladas y figuras atormentadas, que recuerdan al Jardín de las Delicias de El Bosco o a la serie de los pecados capitales de Pieter Brueghel el Viejo.

FUENTE: EFE