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La herida social impide a Tianjin pasar página un mes después del desastre

Un mes después de que Tianjin sufriera un desastre que costó la vida a más de 160 personas, esa ciudad del norte de China intenta regresar a la normalidad, pero cientos de heridos hospitalizados, decenas de edificios en ruinas y el miedo y enfado de muchos muestran que no será fácil.

El 12 de agosto una cadena de explosiones en un almacén de productos tóxicos en el puerto causaba un desastre que 30 días después continúa marcando a una de las mayores urbes chinas.

Ello puede advertirse en la aún fuerte presencia de controles de Policía armada en las inmediaciones de la "zona cero", en la que se siguen viendo gigantescos contenedores deformados por las explosiones y sospechosas bocanadas de humo blanquecino.

"Ya no comemos pescado, y cuando llueve no salimos de casa", asegura a Efe un taxista de la ciudad, apellidado Li y que lamenta que los extranjeros sólo se acuerden de Tianjin cuando hay desgracias que contar.

Muchas pueden relatar los vecinos de las zonas residenciales próximas al lugar de la explosión, como la urbanización Vantone, que un mes después es un lugar destartalado y desierto, con excepción de unos cuantos obreros con casco militar y antiguos residentes que se reúnen allí para compartir quejas.

"Ningún abogado nos quiere representar, el Gobierno nos ofrece una indemnización sin querer negociar y hay algunos, los que trabajan como funcionarios, que si no la aceptan son amenazados con ser despedidos", cuenta a Efe Wang, una de las afectadas.

El líder del colectivo vecinal, Li Jie, enseña una de las viviendas más dañadas: su interior está casi igual que el 12 de agosto, con suelo, sofás y camas cubiertos por cristales de las ventanas hechos añicos en todo el piso.

La propietaria, Xu Nini, muestra la nevera, infestada de gusanos. Aquejada de síndrome postraumático dice parece no tener fuerzas para limpiar la casa y cada vez que oye un ruido entra en pánico. Otros aseguran que si pasan largo rato ahí comienzan a sentir fuentes dolores de cabeza.

Ni Xu ni muchos otros vecinos quieren hablar mucho de la noche del accidente: "Estábamos muy nerviosos y no nos acordamos de mucho, lo importante ahora es el presente, recibir indemnizaciones", se excusan.

Sí que recuerdan que las casas temblaron y pensando que había un terremoto algunos se refugiaron con toda la familia en el baño, mientras otros bajaron a la calle, donde vieron a vecinos ensangrentados por los cortes de los cristales.

Peor les fue a los vecinos de otra urbanización más cercana al lugar de la deflagración, y que uno de los vecinos Wu Xiangyu, señala desde lo alto de su bloque.

"Allí murió mucha gente", asegura, y cree que las cifras oficiales de víctimas se quedan cortas: "para mí que murieron entre 400 y 500".

Aquéllos que sufrieron daños en sus casas aún se atreven a hablar con la prensa extranjera, pero denuncian que los medios chinos ya tienen prohibido hablar con ellos y peor es la situación para los familiares de heridos y fallecidos, que tienen vetado hablar a cualquier prensa.

Se respira miedo en las autoridades a que todos esos afectados acaben siendo parte del enorme colectivo nacional de peticionarios, aquellas personas que por una u otra razón se sienten maltratadas por el régimen y acaban recibiendo de Pekín un trato semejante al de disidentes políticos.

También sigue preocupando la polución generada por el accidente, ya que el lugar de la explosión almacenaba 3.000 toneladas de productos muy tóxicos, y no se ha informado de qué se ha hecho con el agua y la tierra altamente contaminadas que se sacaron de allí.

"En la zona de la explosión todavía hay ácido cianhídrico, y también se puede detectar cianuro en el agua, tanto la subterránea como en la del mar", señaló a Efe el escritor Ma Jun, una de las grandes plumas de China en temas de protección medioambiental.

"La explosión ocurrió por falta de suficientes conocimientos y mala gestión por parte de las compañías que gestionan productos químicos peligrosos", recordó.

El Gobierno, entretanto, intenta aplacar miedos y descontentos con grandes gestos propagandísticos y hoy anunció la concesión de medallas de oro al valor a 24 bomberos "que se sacrificaron por la defensa nacional".

Junto a las medallas, como las que el presidente Xi Jinping entregó hace una semana a veteranos de la Segunda Guerra Mundial, se ha anunciado que los fallecidos serán declarados "mártires", y se les erigirá un monumento.

Grandes esquelas en la autopista que va del centro de Tianjin al puerto muestran los rostros de los 99 bomberos fallecidos en el accidente: el Gobierno busca recordar el suceso como si de una batalla militar se tratara, aunque muchos de los afectados comienzan ya un mes después a sentirse olvidados en ese relato bélico.

FUENTE: EFE