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Asentamiento desmontable para mejorar las vidas de obreros en Bangkok

Cientos de obreros de la construcción habitan un singular asentamiento erigido a las afueras de Bangkok con contenedores de transporte de mercancías habilitados con las comodidades básicas.

Similares a gigantescos ladrillos amarillos de Lego, cada uno de los 12 bloques ensamblados a través de dos torres de 9 contenedores tiene una capacidad para 72 habitaciones de unos 3 metros cuadrados, que en ocasiones llegan a ocupar familias con hijos.

Con electricidad en los habitáculos, pero sin agua corriente, la empresa titular del asentamiento, TTS, costea la morada temporal.

"Permaneceremos aquí por unos tres años mientras levantamos una torre de condominios. Una vez que finalicen las obras, desmontaremos los contenedores y los transportaremos hasta un nuevo emplazamiento donde proseguiremos con la edificación de nuevos edificios", señala a Efe Surachai Piyasomboon, jefe de obra y gerente del complejo.

Aunque básicas, las condiciones del acantonamiento son mejores que en otras empresas del sector, según el relato de los inquilinos.

"Pienso seguir aquí por mucho tiempo, los jefes y los compañeros son buenos. Me siento cómodo en el lugar y además casi todo el salario lo puedo enviar a mis familiares", declara Sophon, obrero procedente de la vecina Camboya.

El poblado temporal también cuenta con una pequeña cantina y un mercado de abastos, lugares de aseo personal compartido y hasta un colegio al que acuden una decena de hijos de inmigrantes.

"Ofrecemos una educación básica a los pequeños y un lugar donde pueden jugar de manera segura mientras están vigilados y sus padres trabajan", asegura una de las profesoras del centro, que trabaja de manera gratuita.

Otros menores, generalmente los de progenitores tailandeses o con dominio de la lengua local, también son formados en un templo budista cercano al asentamiento.

"Por el momento tenemos a unos 300 huéspedes, pero el campamento tiene capacidad para cerca de 1.000 personas", apunta el gerente.

"Tenemos una serie de normas establecidas para asegurar la buena convivencia (...) De momento no hemos registrado ningún problema ni dentro del campamento, ni con los vecinos", remarca Surachai al enseñar las cámaras de seguridad colocadas alrededor del recinto.

El gerente afirma que al menos existen otros tres campamentos gemelos, aunque con una menor capacidad, en emplazamientos de la capital tailandesa.

Las largas y extenuantes jornadas de trabajo y el exiguo salario -que por norma general no sobrepasa los 300 baht (unos 8,3 dólares o 7,5 euros) por día, el salario mínimo por ley- son algunas de las razones por las que la mano de obra tailandesa se niega a trabajar en el sector, ampliamente ocupado por trabajadores inmigrantes.

Se estima que unos cuatro millones de personas procedentes de Laos, Camboya y, principalmente, Birmania trabajan en Tailandia en los sectores menos demandados por los locales, muchos de ellos sin las regulaciones requeridas.

Al caer el sol, decenas de camiones atestados con fatigados obreros enfilan el campamento donde pernoctan.

La polvareda levantada por el desfile de los vehículos parece no importunar a dos pequeños que juegan a imitar a sus padres con una grúa y una excavadora de juguete.

"De mayor me gustaría ser como ellos", señala uno de los menores con una amplia sonrisa. EFE

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