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Sacerdote mexicano critica a EEUU y México por deportaciones

El sacerdote mexicano Alejandro Solalinde, un reconocido defensor de los migrantes, fustigó este jueves los procesos de deportación acelerada que ejecutan Estados Unidos y México para contener la migración y desestimular la llegada de niños indocumentados.

"Las medidas que están tomando Estados Unidos y México son medidas totalmente equivocadas, totalmente erróneas, porque además de que exponen a las personas a riesgos, además de eso hay que ver un marco de corrupción", declaró Solalinde en entrevista telefónica desde México con Radio Nacional de El Salvador.

Estados Unidos, que ha deportado en las últimas semanas a cientos de guatemaltecos, hondureños y salvadoreños, maneja el éxodo de los niños con un "criterio de seguridad" y se daña la "visión humanista" que se requiere para resolver la crisis, según Solalinde.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, recibirá el viernes en Washington a los mandatarios Salvador Sánchez Cerén (El Salvador), Otto Pérez (Guatemala) y Juan Orlando Hernández (Honduras) para abordar la crisis humanitaria desatada por la oleada de niños indocumentados centroamericanos que migran solos, llevados por traficantes de personas, conocidos como "coyotes".

Desde octubre pasado, unos 57.000 menores sin compañía de adultos, la mayoría de Honduras, El Salvador y Guatemala, fueron interceptados en Estados Unidos tras emigrar en busca de sus familiares o huyendo de la violencia en sus países.

Para el sacerdote, que desde hace siete años dirige el albergue para indocumentados "Hermanos en el Camino", en el estado de Oaxaca (sur de México), los niños migrantes "son parte de un sistema enfermo, de una descomposición sistémica del sistema neoliberal capitalista".

"Esta situación (de los niños migrantes) ya no es local, ya no es parcial (...), estamos viendo que esta situación requiere de una cirugía mayor, porque esto ha rebasado todo", comentó.

Según expertos, la violencia criminal de las pandillas, la falta de oportunidades económicas y la separación de las familias empujan a los padres a enviar a sus hijos con los coyotes, quienes les venden la idea de que los menores no serán deportados, a través de peligrosas rutas hacia la frontera estadounidense.