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Refugios abarrotados en Florida en carrera frenética para salvarse de Matthew

Los refugios del este de Florida estaban abarrotados el jueves en una carrera frenética para salvar personas y mascotas del "potencialmente desastroso" huracán Matthew, que promete devastar la costa con vientos de categoría 4 o incluso 5.

El refugio más grande de St. Augustine -un pintoresco balneario fundado en el siglo XVI en el litoral oriental- ya estaba en el límite de su capacidad con 500 personas y sus autoridades negaban la entrada a frustrados huéspedes, que debían devolverse bajo la lluvia y con las almohadas bajo al brazo.

Los huéspedes "comenzaron a llegar ayer (jueves) por la tarde y se quedarán hasta que las autoridades de manejo de emergencias nos digan que se queden", dijo el director de la escuela secundaria Pedro Menéndez, Clay Carmichael.

Las 500 personas estaban ordenadamente echadas en cobijas o colchonetas sobre el suelo de la cancha de básquetbol. Y aunque imperaba el nerviosismo, algunos -sobre todo niños y ancianos- aprovechaban para socializar.

Riendo, la puertorriqueña María Maldonado, de 86 años, contó que había venido a Florida al bautismo de su bisnieta y que ahora estaba varada allí, sobre una silla de campamento. "No es la vacación perfecta, pero nos tratan bien", dijo.

Más de dos millones de estadounidenses están llamados a evacuar en Florida, Georgia y Carolina del Sur. De ellos, cerca de 1,5 millones de residentes de la costa este de Florida recibieron la orden de trasladarse tierra adentro.

Las estaciones de gasolina en las ciudades costeras ya no tenían combustible, los supermercados habían agotado existencias de baterías, linternas y otros suministros, los hoteles no tenían más habitaciones y era una odisea conseguir alimentos enlatados.

En los balnearios de Jacksonville Beach y Atlantic Beach el viento se hacía sentir y la lluvia dejaba poca visibilidad para manejar. Las ciudades estaban desiertas, excepto por un par de personas que se tomaban selfis en la playa frente al intenso oleaje.

Tras dejar más de un centenar de muertos en el Caribe, Matthew llega en la noche del jueves a Palm Beach -100 kilómetros al norte de Miami- con vientos de 220 Km/h, según el Centro Nacional de Huracanes (NHC).

Su impacto en Florida será "potencialmente desastroso" y "los vientos en los edificios altos serán en promedio de una escala más alta a los vientos en la superficie", informó el NHC.

El río St. Johns, que desemboca entre Jacksonville y St. Augustine, podría tener crecidas de 2 a 3 metros. El área, casi toda bajo órdenes de evacuación, había dispuesto al menos 10 refugios para los que no podían irse de la zona.

Los comedores de las personas sin hogar también abrieron sus puertas y las autoridades buscaron a los residentes que no tenían medio de transporte en autobuses escolares.

El refugio de mascotas de la escuela Timberly Creek tenía un centenar de perros y unos 50 gatos que ladraban y maullaban nerviosamente en sus jaulas, lejos de los pájaros y los roedores, más silenciosos.

El olor era fuerte, el aire denso y el estruendo de los animales alto y constante.

"Ya sé, es una locura", gritó Nat Walters, de la oficina de control de animales del condado de St. Johns, mientras se alejaba de los animales para hablar con AFP. "Este es uno de los dos refugios de mascotas en el condado, de hecho no puedes venir aquí si no tienes una mascota".

Los perros miraban tristemente entre los barrotes y se agitaban al escuchar pasos humanos. Sus dueños los visitaban de vez en cuando, compungidos.

Una mujer de 55 años entró al refugio en silla de ruedas y llevando a un perrito de la correa. Sin dar su nombre, contó que su marido había muerto días atrás. "Es la primera vez que estoy en una situación así", lloraba.

Adentro del gimnasio que refugiaba a los humanos, un centenar de personas mataba el tiempo echada sobre cobijas. "Esto apesta", dijo Dina Capuano, malhumorada porque debía "haber ido a un hotel".

Pero cuando decidió obedecer la orden de evacuación, ya era tarde y no encontró habitaciones disponibles.

Al menos su hijo de nueve años pasaba el rato jugando cartas con la abuela, un juego que los dos podían disfrutar.

FUENTE: AFP