París Internacionales - 

Es difícil combatir el calentamiento con impuestos

Los “chalecos amarillos” preocupan a los verdes alrededor del mundo.

Los aumentos de los impuestos sobre los carburantes provocaron los disturbios más graves de las últimas décadas en París, y el presidente Emmanuel Macron los anuló. Pero los asistentes a una conferencia climática que se realiza esta semana en Polonia dicen que los impuestos sobre los combustibles fósiles son justamente lo que se necesita para que el mundo empiece a dejar de usarlos y se desacelere el cambio climático.

“Los sucesos de los últimos días en París me han demostrado que los retos son aún mayores de lo que pensaba”, dijo el economista y ecologista Lawrence Goulder, autor del libro “Confronting the Climate Challenge”.

Economistas, estrategas y políticos dicen desde hace mucho tiempo que la mejor manera de combatir el cambio climático es aumentar los precios de los combustibles que lo provocan: gasolina, diesel, carbón y gas natural. Los impuestos sobre los combustibles y la electricidad ayudarían a pagar el daño que causan, alentar a la gente a reducir su consumo y facilitar el uso de alternativas limpias y tecnologías de ahorro.

Los llamados impuestos sobre el carbono deberían ser una de las herramientas principales para reducir las emisiones de dióxido de carbono y frenar el cambio climático desenfrenado, que según los economistas sería mucho más caro a largo plazo que el aumento de los precios de combustibles en el corto.

Pero no es fácil conseguir que la gente que tiene problemas para llegar a fin de mes se ponga a pensar en problemas globales en el largo plazo.

Macron dijo que con el aumento de impuestos trataba de impedir el fin del mundo. Los chalecos amarillos lo dieron vuelta con la consigna: “es difícil hablar del fin del mundo cuando hablamos del fin de mes”.

La resistencia al impuesto es un revés personal para Macron, quien se considera el garante del acuerdo climático de París de 2015, su mayor defensor en el escenario global. Se ha presentado como el anti-Trump en materia de cambio climático.

El gobierno francés, sin decirlo abiertamente, teme que una reacción liderada por Trump podría extenderse a otras grandes economías cuya participación es esencial para la supervivencia del acuerdo.

La idea del impuesto sobre los combustibles no es de Macron, se remonta a gobiernos anteriores. Pero él la defendió con vigor, y una de sus promesas de campaña fue combatir el cambio climático.

¿En qué se equivocó?

Según el premio Nobel de economía William Nordhaus, el impuesto estaba mal diseñado y lo aplicó la persona equivocada. “Si uno quiere que los impuestos sobre los combustibles sean impopulares, lo primero es ser un gobernante impopular”, dijo. “Lo segundo es aplicar impuestos sobre la gasolina y llamarlos impuestos al carbono. Eso es difícil de por sí, sin contar que están mal diseñados”.

Macron, como sus predecesores en el cargo, tomó medidas ambientales y energéticas sin explicar al público su importancia y cómo afectarán sus vidas. Además se lo considera el “presidente de los ricos”: su primera medida fiscal fue derogar un impuesto sobre la riqueza. Por eso, el aumento de los impuestos sobre la gasolina y el diesel fue considerado injusto para las clases trabajadoras provinciales, que necesitan el auto para llegar al trabajo y cuyos ingresos están estancados desde hace años.

El gobierno otorga subsidios a quienes cambian sus autos viejos y sucios por otros más limpios, y el mes pasado los aumentó para prevenir las protestas. Pero para muchos franceses, la medida fue insuficiente y llegó tarde.

La reacción a los impuestos sobre los combustibles dista de limitarse a Francia, una prueba más de lo difícil que es desalentar el consumo de combustibles mediante el aumento de precios. En septiembre, protestas en la India contra los precios elevados paralizaron escuelas y oficinas de gobierno. En México hubo protestas en 2017 cuando la desregulación de los precios de la gasolina provocó un fuerte aumento, y lo mismo sucedió en Indonesia en 2013 cuando el gobierno redujo los subsidios y aumentaron los precios.

En Estados Unidos, los votantes del estado de Washington derrotaron por amplia mayoría un impuesto sobre el carbono en noviembre.

“El aumento de los impuestos sobre los carburantes complace más a los economistas que a los votantes”, dijo el economista Greg Mankiw, exasesor del presidente George W. Bush.

Los partidarios reconocen que esos impuestos perjudican desproporcionalmente a las personas de menores ingresos. Los costos de energía constituyen una porción mayor de sus gastos generales, de manera que un aumento de los combustibles se lleva una tajada mayor de sus sueldos. Y puesto que esos costos son casi inevitables, se sienten atrapados.

Tampoco se les pasa por alto que los ricos, los menos afectados por esos impuestos, son los que más alteran el ambiente porque viajan y consumen más.

“El error del gobierno de Macron fue el no casar el aumento de los precios sobre los carburantes con otras medidas atractivas capaces de aumentar el bienestar y los ingresos de los ‘chalecos amarillos’”, dijo el economista Barry Eichengreen de la Universidad de California, Berkeley.

La cuestión es “cómo enfrentamos el problema del clima y a la vez evitamos las convulsiones políticas”, añadió.

La clave es devolver a la gente una buena suma de dinero, dijo el economista y ecologista Gary Yohe, de la Universidad Wesleyan.

Muchos economistas respaldan el impuesto sobre el carbono, pero que se use ese dinero para ofrecer exenciones o créditos impositivos en beneficio de las familias de menores ingresos.

Aunque las provocaron los precios de los combustibles, las protestas responden también a la desigualdad de ingresos, el populismo y el elitismo, dicen los especialistas.

“¿Es una sentencia de muerte para el impuesto sobre el carbono o los precios del carbono? No lo creo”, dijo Yohe. “Es solo una advertencia de que se debe ser más cuidadoso a la hora de diseñar esa medida desgraciada”.

FUENTE: AP