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Musulmanes de todo el mundo asimilan un Ramadán sangriento

Mientras los musulmanes de todo el mundo celebraban el fin del Ramadán, muchos luchaban por asimilar la muerte de 350 personas en una oleada de atentados en varios continentes durante el mes sagrado del islam. Los ataques dieron una nueva urgencia a la pregunta de qué impulsa a los milicianos a cometer ataques cada vez más espectaculares contra los civiles.

La variedad y lo señalado de los objetivos, entre ellos uno en el corazón del islam en los últimos días del mes feriado, subrayan las advertencias de muchos expertos sobre que el grupo Estado Islámico, especialmente cuando ese vea a la defensiva en su lugar de origen, se extenderá mucho más allá de su territorio.

El grupo extremista siempre ha buscado atención y reclutas a través de audaces atentados. Proyectar una imagen de audacia, competencia operativa y absoluto desprecio por las normas de sus enemigos ha resultado ser una estrategia ganadora entre sus desarraigados y enfadados seguidores en todo el mundo musulmán.

Pero tras perder la importante ciudad de Fallujah en las últimas semanas y después de una serie de reveses en Irak, el grupo se esfuerza por hacer una demostración de fuerza y desviar la atención de sus humillaciones en el campo de batalla.

"ISIS libra una lucha por la existencia", dijo Fawaz Gerges, un académico en Londres especializado en grupos yihadistas, empleando un acrónimo alternativo para el grupo extremista. "El futuro de Estado Islámico está en juego, e intenta maximizar los costes para sus adversarios e inspirar a este segmento concreto de hombres y mujeres jóvenes que siguen su ideología".

Si los milicianos necesitaban enviar un mensaje, el final del Ramadán proporcionó un contexto adecuado.

Aunque el mes pretende ser un periodo para la introspección, la paz y la piedad, se ha visto transformado por extremistas que han prosperado en las últimas décadas de inestabilidad en Medio Oriente, especialmente en zonas de guerra como Irak, Afganistán y, más recientemente, Siria.

La inmensa mayoría de los musulmanes ve el Ramadán como un periodo de oración y perdón, pero extremistas armados y clérigos beligerantes lo han presentado como un momento para la victoria en la yihad, o guerra santa.

Unas semanas antes del Ramadán, el grupo EI pidió a sus seguidores que atacaran siempre que fuera posible. En una era digital en la que los comunicados en internet se difunden con rapidez, esas llamadas parecen haber encontrado un eco en algunos círculos de jóvenes musulmanes desencantados en todo el mundo.

Desde Omar Mateen, que expresó su lealtad al grupo extremista mientras mataba a tiros a 49 personas en una discoteca gay de Orlando el 12 de junio, a los milicianos que mataron a 44 en el aeropuerto de Estambul o los jóvenes que mataron a 20 rehenes en un popular restaurante de Bangladesh el 1 de julio, estos episodios violentos subrayan cómo los radicales de todo el mundo pueden cometer ataques que se asocian de inmediato al grupo EI, aunque el grupo con sede en Siria e Irak no reclame su autoría oficialmente.

También muestran que las líneas son cada vez más borrosas y los atentados, incluso los que deriven de conflictos locales, pueden asignarse al grupo EI y adscribirse a una causa global. El derramamiento de sangre, contra musulmanes y no musulmanes por igual, también refleja las dificultades de neutralizar una amenaza que a menudo inspira en lugar de transmitir órdenes directas.

Aun así, muchos de los ataques parecían haber incluido preparativos cuidadosos, con objetivos que claramente pretendían causar miedo y conmoción en varios continentes.

En la ciudad portuaria de Mukalla, en el sur de Yemen, 43 personas murieron el 27 de junio en al menos siete ataques simultáneos de suicidas y otros milicianos contra objetivos de seguridad. Una de las bombas estaba oculta en una caja de comida que se había llevado a los soldados de un punto de control para que rompieran el ayuno del Ramadán al anochecer.

En Daca, la capital de Bangladesh, donde murieron 22 personas en un popular restaurante de un barrio acomodado, los testigos dijeron que los agresores habían torturado a algunos de los rehenes antes de matarlos por no poder recitar versos del Corán.

En Bagdad, vecinos endurecidos por años de guerra dijeron que el atentado del 3 de julio era inaudito. La explosión atrapó a gente que estaba de compras en un infierno de fuego donde murieron al menos 175 personas, en uno de los ataques con más víctimas desde la invasión liderada por Estados Unidos en 2003.

"Esto es una segunda Hiroshima y Nagasaki", dijo Ammar al-Khafaji, un vecino de 50 años del distrito de Karada, en Bagdad, donde se produjo el ataque. Su hijo había perdido tres amigos en el atentado.

La oleada de ataques culminó el lunes con tres atentados suicidas en Arabia Saudí, incluido uno ante la mezquita del Profeta en Medina, uno de los lugares más sagrados del islam y donde murieron cuatro agentes de seguridad. La naturaleza de los atentados y su aparente coordinación sugerían que el grupo Estado Islámico podría estar detrás, aunque nadie se atribuyó su autoría.

Los sucesos se producen mientras el grupo armado se ve cada vez más a la defensiva en Siria e Irak. El territorio que controla en ambos países se ha reducido tras la pérdida de bastiones clave, incluida la ciudad iraquí de Fallujah.

Ibrahim Bayram, un analista político en Beirut, señaló que los atentados intentan borrar la idea de que la organización vaya a desvanecerse o desaparecer.

"Con estos ataques demuestra que sigue siendo capaz de cruzar fronteras y realizar atentados" en cualquier lugar, incluidos los lugares sagrados en Arabia Saudí, señaló. Eso es clave para el grupo, que intenta reforzar su credibilidad y su reclutamiento.

Sin embargo, el atentado en Medina ante la gran mezquita donde está enterrado el profeta Mahoma provocó un rechazo especial. Millones de musulmanes de todo el mundo visitan la mezquita cada año dentro de su peregrinaje a La Meca. En medios sociales y vías de comunicación empleadas por el grupo Estado Islámico, sus seguidores parecían tener problemas para aceptar o explicar el ataque, rápidamente descrito por sus oponentes como un ataque contra el islam en sí mismo.

Eso podría explicar en parte la ausencia de una reivindicación del ataque.

Mohammad Ballout escribió en una columna en la edición del martes del periódico libanés As-Safir que los atentados en Jordania, Turquía y Arabia Saudí pretenden enviar una advertencia directa a estos países de gobierno suní sobre que la tregua tácita con ellos podría derrumbarse si no revisan sus estrategias hacia el grupo EI y retiran su apoyo a la guerra contra la milicia extremista.

También es posible que los radicales intenten retar a la coalición que lidera Estados Unidos en su contra para que los ataque en sus bastiones de Raqa, en Siria, y Mosul, en Irak.

Sin embargo, los iraquíes parecen reacios a avanzar sobre la segunda ciudad más grande del país, caída hace dos años. En Siria casi no hay combates de tierra: la coalición es reacia a aliarse con el gobierno del presidente Bashar Assad y se ha limitado a la potencia aérea, dejando la lucha sobre el terreno a milicias curdas y grupos más pequeños.

Las dos ciudades plantean la perspectiva de un sangriento combate casa por casa, que muchos yihadistas creen merecería la pena perder aunque sólo sea por el alto precio que costaría al enemigo.

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El periodista de Associated Press Ali Abdul-Hassan en Bagdad contribuyó a este despacho.

FUENTE: AP