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Mujeres con faldas tradicionales desafían montaña en Bolivia

No parecen montañistas, salvo por el casco, los lentes polarizados y los zapatos de grampones. Sin embargo, este grupo de mujeres aymaras escalan la montaña vestidas con sus largas faldas tradicionales de varias capas, mantas de flecos y un atado multicolor al hombro como si fueran de compras.

Preparan la comida para los turistas escaladores y varias de ellas acompañan a sus esposos, que son guías de montaña en el ascenso al nevado Huayna Potosí, a 6.088 metros de altura, cerca de la ciudad de La Paz.

Un día de diciembre, 11 de estas mujeres, entre 20 y 50 años, emprendieron el ascenso acompañadas por The Associated Press.

Con sus dos picos casi perfectos, el nevado es el preferido de los andinistas por su dificultad. Desde su altura, la ciudad de La Paz se acurruca en el fondo de una hoyada, el lago Titicaca a las espaldas junto a la cadena de nevados andinos.

La vista sobrecoge, el viento filoso raspa la cara y falta oxígeno para respirar.

Ellas cargan comestibles y los equipajes de los escaladores hasta el campamento base a 5.130 metros de altura. Desde hace un tiempo van hasta la cima.

"Primero fui porteadora (cargadora), después cocinera pero los turistas me preguntaban cómo era el Huayna Potosí y tuve que subir para conocer y contarles", dice Domitila Alaña, de 41 años.

Hace 15 años que Alaña trepa los nevados y quisiera ser guía pero carece de dinero para comprar un equipo propio.

"Mi pie es pequeño, no hay botas para mí pero nada me detiene y he coronado cima en tres montañas", entre ellos el Illimani, dice. "Subir con pollera no es fácil", dice en referencia a su falta tradicional. "Puedes pisar la punta de la pollera y caer, pero estoy acostumbrada".

Debajo de las polleras las once mujeres que llevan buzos térmicos. Sólo en el último tramo para coronar la cima se quitan sus polleras para evitar accidentes.

Caminan como cabras de montaña, por la cornisa, pero siempre siguen al guía más experimentado Eulalio Gonzales, 54 años, guía desde sus 26. Todos trabajan para agencias de turismo.

El ascenso dura dos días. En el trayecto hasta el campamento base, el grupo pasa por una antigua pista para esquiar, que ha perdido su capa de hielo presuntamente debido al cambio climático.

El ascenso se inicia después de la medianoche para aprovechar la dureza de la nieve y alcanzar la cima cuando el alba despunta.

"El sol agrieta la nieve y es peligroso el ascenso en pleno día", dice Gonzáles.

"Me gusta trabajar en la montaña y algún día me gustaría escalar el Aconcagua", dice Llusco.

Seis de estas mujeres, las más jóvenes, sueñan con coronar un día los 6.960 metros de altitud de éste, el nevado más alto del continente americano.