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Decreto migratorio de Trump deja "herida profunda" en irano-estadounidenses

Madhis Keshavarz es iraní, pero también estadounidense, por lo que no está en la mira del decreto migratorio de Donald Trump. La prohibición, no obstante, la afectó directamente en uno de los momentos más duros de su vida: la muerte de su padre.

Massud Keshavarz falleció sorpresivamente el 16 de febrero en un hospital en Los Ángeles sin poder despedirse de su hermano, a quien a pesar de tener la nacionalidad alemana se le impidió viajar a Estados Unidos por el decreto presidencial, objeto de una feroz batalla judicial, que bloquea la entrada de refugiados y ciudadanos de seis países de mayoría musulmana, incluido Irán.

"Mi padre era donador de órganos. Un estadounidense está ahora caminando, respirando gracias a él. Y se le negó el derecho básico de decir adiós a aquellos que más amaba", lamentó esta mujer de 40 años, que dejó su Irán natal de niña, tras la revolución islámica de 1979.

Además de la carga emocional, Madhis tuvo que lidiar junto a su madre y hermana con muchos trámites legales en los que el apoyo familiar es muy importante.

La segunda versión del decreto Trump, también bloqueada en la justicia, no afecta a estadounidenses con doble nacionalidad y a aquellos que tienen un permiso de residencia permanente.

El gobierno insiste en que la medida es "vital" para proteger al país de radicales islámicos, pero sus detractores la tachan de discriminatoria porque sólo está enfocada en países de mayoría musulmana.

El tío de Madhis, con pasaporte europeo, ya había venido a Estados Unidos unas 30 veces, pero se le informó que necesitaba una visa porque va con frecuencia también a Irán.

Pero pasó ya un mes, Massud murió, y el tío aún no recibió el permiso a pesar de que entregó todos los papeles necesarios, incluida una carta del hospital.

Una amiga cercana de Madhis, nacida en Gran Bretaña pero también con la nacionalidad iraní, compró un boleto para viajar y acompañarla y darle ánimos.

Y aunque es británica fue al consulado estadounidense para preguntar si necesitaba una visa. Le retuvieron su pasaporte por cuatro días y perdió el vuelo, aunque en su caso sí le aprobaron el permiso. "No había ninguna razón legal --para exigirle visa-- excepto que es iraní", zanjó.

Otros miembros de su familia también están teniendo dificultades. Un primo, por ejemplo, está comprometido con una iraní que "no ha visto desde el año pasado". "Está esperando por una visa para venir pero el proceso está detenido", al igual que la planificación de la boda, indicó.

Mahdis reconoció que algunos de estos problemas existieron igualmente durante el gobierno del presidente Barack Obama, pero aclaró que por lo menos "se entendía cómo eran los trámites". "Ahora las embajadas no tienen idea", exclamó.

Cerca de 400.000 personas de origen iraní, muchos con doble nacionalidad, viven en la región de Los Ángeles y más de un millón en todo Estados Unidos.

"Las cosas nunca fueron fáciles", aseguró por su parte Madhi Rahimi, que trabaja como investigador informático en Silicon Valley.

Cuando era estudiante, viajó una vez a su Irán natal y le "llevó cuatro meses volver". Su madre y hermana sólo pudieron visitarlo una vez y tras nueves meses de trámites.

El decreto despertó una duda en este profesional de 30 años que tal vez nunca antes tuvo: "quiero ser ciudadano estadounidense, pero si eso significa que jamás volveré a ver a mi familia, no sé si vale la pena".

Arash Saedinia, un irano-estadounidense de 43 años que es profesor de literatura inglesa, evoca un período de intensa ansiedad para toda la comunidad. Incluso los que tienen permiso de residencia permanente -la llamada "Green Card"- no se atreven a salir del país.

Expresó además preocupación por la retórica agresiva entre los dos países, que puede degenerar en una guerra. "Sentimos una ansiedad tremenda, estoy preocupado, es difícil hacer lo más básico (...). Hay algunos que rompen en llanto", señaló.

Madhis Keshavarz lo resumió así: "nos hacen sentir satanizados y en la mira".

FUENTE: AFP