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Ciudadanos a la expectativa: la hora del reencuentro entre Cuba y EEUU

"Pensé que me iba a morir antes de que sucediera", dice, todavía incrédula, la octogenaria estadounidense Rena Pérez, de 80 años, en vísperas de la reanudación oficial de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, después de más de un medio siglo de distanciamiento.

Llegó hace 56 años con su compañero cubano. Rena es una de los cientos de estadounidenses que decidieron vivir en la isla. Hoy, los nuevos pasos diplomáticos de acercamiento los observan "felices...y preocupados".

"Faltan 700.000 viviendas aquí, alguien va a hacer dinero en su reconstrucción (...)los Estados Unidos quieren ganar dinero y lo harán", dice, aunque aclara que no es opuesta a esa posibilidad, pero teme que lo que hace "hermoso" a este país desaparezca.

La misma incertidumbre tiene Pasha Jackon. Este californiano vive en Cuba desde hace seis años y se beneficia de una beca en la "Escuela Latinoamericana de Medicina", donde estudia gran parte de los jóvenes estadounidenses en La Habana.

"Sinceramente, no se lo que va a cambiar la apertura de la embajada. Pero tengo esperanzas", confía este futuro médico de 32 años. En su criterio, ambos países deben aprender uno del otro.

"Ser pobre en Oakland (California), donde vivo, es estar enfermo", mientras que "Cuba es un país pobre, pero sin drogas ni otros problemas". Admite que le encantaría importar el modelo de cobertura "universal de salud" cubana a su país.

Graham Sowa, otro estudiante norteamericano de medicina en La Habana, dice estar "encantado de que Estados Unidos finalmente vea a Cuba como un país independiente" con el que es posible cooperar "en pie de igualdad."

En Cuba desde hace cinco años, espera "ver la bandera (norteamericana) ondeando al viento, como un símbolo de nuevas relaciones con nuestro vecino".

"Tenemos más en común de lo que pensamos", afirma. Por ejemplo, dice, a pesar de las dificultades de acceder a Internet, los cubanos siguen series norteamericanas como "Juego de tronos" o la vida de las celebridades como el rapero de Nueva York, Jay-Z.

De igual forma, Pablo Menéndez, guitarrista y compositor venido de California y que vive en Cuba hace 49 años, interpreta cotidianamente el rock cubano.

"Los políticos van siempre muy lentos. Los artistas se entienden muy bien", asegura el artista con un arete en la oreja y un "kufi" (gorro) turco sobre la cabeza. "Estados Unidos y Cuba son dos polos esenciales de la cultura afro", subraya.

Cuando Pablo escuchó la noticia de la reapertura de las embajadas el lunes, estaba "feliz", pero piensa que eso no le ayudará mucho a conseguir una visa norteamericana para su mujer cubana.

"Tengo una madre de 88 años y un padre de 92 años. Me gustaría que mi mujer pudiera reunirse con ellos, pero los Estados Unidos se negaron ( a conceder la visa) sin explicación", lamenta el artista, cuya madre, la cantante de blues Barbara Dane, le transmitió su pasión por la isla.

En 1966 ella fue "la primera artista en desafiar a Estados Unidos y viajar a Cuba. No sabíamos si podían meterla en prisión", recuerda.

A Conner Gorry, que vive en la isla desde 2002, le gustaría poder viajar más fácilmente, pero ella tiene sus dudas acerca de los cambios que se avecinan.

Esta neoyorquina casada con un periodista-bloguero cubano y fundadora del primer café literario estadounidense de Cuba, se molesta ante la euforia actual de los medios por el restablecimiento de relaciones.

"El izamiento de nuestra bandera no significa nada para mi, mientras que mi familia no pueda venir legalmente" a Cuba, dijo en referencia a la restricción que solo 12 categorías de ciudadanos estadounidenses pueden viajar a Cuba (artistas, deportistas, académicos, periodistas...).

Además, "no existe un vuelo que me cueste menos de 950 dólares para (...) Nueva York, mientras que las familias cubanas no tienen la calidad de vida que merecen a causa del embargo, esto no significa nada", sostiene esta figura del pequeño mundo de expatriados habanero.

En resumen, "no hay consecuencias concretas", asegura Conner, sentada en su tranquilo y arbolado café de la calle 23, una de las principales avenidas del centro de la ciudad.