Islamabad 2017 - 

Pakistán vive un año turbulento con la caída de Sharif y críticas de Trump

Pakistán vivió un turbulento 2017 con la caída del ya exprimer ministro Nawaz Sharif, la capitulación institucional ante el extremismo y las duras críticas del presidente de EEUU, Donald Trump, por su supuesta permisividad con el terrorismo.

Sharif volvió a dejar el poder por tercera vez en su carrera política, en esta ocasión inhabilitado en julio por "deshonesto" por el Tribunal Supremo, cuando parecía que iba camino de convertirse en el primer gobernante elegido democráticamente que acabaría un mandato en los 70 años de historia del país.

Tras seis meses de investigaciones abiertas a raíz de los Papeles de Panamá, el Supremo decidió inhabilitar al gobernante por no declarar un sueldo que ya no cobraba de una empresa de un hijo en el extranjero y ordenó la apertura de tres casos contra él y sus hijos Hasan, Husain y Maryam por supuesta corrupción.

Los casos prosiguen su curso en un tribunal anticorrupción, con numerosas ausencias de Nawaz y Maryam, y la no aparición de Hasan y Husain, que han sido declarados prófugos.

La sentencia de estos casos tendrá una gran repercusión en el futuro político de la familia Sharif, ya que una condena impediría tanto a Nawaz como a Maryam, a quien señalan en el país como su sucesora el frente de la Liga Musulmana de Pakistán, la participación en las elecciones de mediados del año que viene.

De momento, Shahid Khaqan Abbasi ocupa el cargo de primer ministro y mantiene reuniones regulares con Nawaz.

En el plano internacional Pakistán no ha vivido un año menos turbulento que en el nacional.

A finales de agosto, Trump advirtió a Pakistán de que tiene "mucho que perder" si sigue "albergando" a "organizaciones terroristas" dentro de sus fronteras y que la alianza entre ambos países no sobrevivirá si continúa con esa postura.

Washington y Kabul han acusado a Islamabad durante años de dar refugio a la facción de los talibanes Red Haqqani, que atentan contra tropas afganas y estadounidenses, pero ningún mandatario de EEUU se había expresado de forma tan dura sobre el país asiático.

Pakistán ha negado repetidamente la acusación y canceló varias visitas de alto nivel entre ambos países, hasta que su ministro de Exteriores, Khawaja Asif, realizó una ruta por China, Turquía e Irán, y después viajó a EEUU.

Tras ello, el secretario de Estado estadounidense, Rex Tillerson, y el secretario de Defensa de Estados Unidos, James Mattis, viajaron a Islamabad, en noviembre y diciembre respectivamente, para reiterar al Gobierno paquistaní que debe hacer más en la lucha antiterrorista.

A pesar de la presión estadounidense, un tribunal paquistaní liberó en noviembre a Hafiz Said, acusado por EEUU y la India de ser el responsable del ataque que causó 166 muertos en la ciudad oriental india de Bombay en 2008, tras diez meses en arresto domiciliario.

La Casa Blanca respondió de forma iracunda a la liberación de Said, líder de Jamaat-ud-Dawa (JuD), supuesta tapadera de la organización Lashkar-e-Taiba (LeT), y pidió que sea juzgado.

Apenas una semana después, el Gobierno paquistaní capituló ante el partido islamista del clérigo Khadim Hussain Rizvi que bloqueó durante tres semanas una de las entradas a Islamabad por un cambio menor en la ley electoral que los extremistas consideraron una blasfemia.

Tras una fallida operación policial que causó seis muertos y cientos de heridos, el ministro de Interior, Ahsan Iqbal, firmó un documento en el que aceptaba la dimisión del ministro de Justicia, Zahid Hamid, y la liberación de los manifestantes arrestados desde el comienzo de las protestas, entre otras.

La rendición del Ejecutivo causó estupefacción en los sectores más liberales del país y dejó de manifiesto que el Ejército sigue su propia agenda.

El mando militar en lugar de seguir las instrucciones del Gobierno de desplegar tropas para controlar la protesta ejerció de mediador con los islamistas en la consecución del acuerdo, en una decisión muy criticada por la Justicia y los principales diarios del país.

El eterno conflicto fronterizo con la India empeoró con Islamabad acusando a Delhi de violar más de 1.300 veces el alto el fuego y matar a 50 personas en la frontera internacional y en la Línea de Control que sirve de frontera de facto en la Cachemira.

Delhi, por su parte, acusó a Islamabad de 503 violaciones del alto el fuego.

Un punto positivo en Pakistán fue que la violencia insurgente continuó disminuyendo en parte debido a las operaciones militares con 1.159 muertos -489 de ellos civiles- hasta principios de diciembre por quinto año consecutivo, la cifra más baja desde 2006, según el Portal de Terrorismo del Sur de Asia.

FUENTE: EFE