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El bolero en Perú, un culto que sobrevive entre románticos del ayer

"Yo enamoré a mi esposa con un bolero", dice Manuel Puente, un sesentón canoso que aún disfruta de este género musical convertido en culto por sus seguidores en Perú, donde se baila como antaño: muy pegaditos, en la superficie de una sola baldosa y susurrándose al oído.

Con el bolero "Marabú" del fallecido cantante local Lucho Barrios, también famoso en Sudamérica, Puente cuenta que se le declaró a su esposa Esther. Ella observa a su lado en una mesa adornada con dos cervezas.

Ambos llegaron al local "El Eslabón" para compartir con más de un centenar de parejas el Festival del Bolero, un evento que transita desde hace más de 40 años por barrios llevando ese movimiento furor en década pasadas y que ahora parece ir muriendo junto con sus seguidores.

Barrios, Pedrito Otiniano -"El Ruiseñor del Amor", también fallecido- y Jhonny Farfán impusieron en los sesenta en Perú el bolero cantinero, un derivado del bolero cubano que nació en 1885 con el tema "Tristeza" de José Pepe Sánchez, según expertos. Navegó llevando sus pasitos cortos y sus miradas embriagadas hacia México, y de ahí se fue cantando hacia el sur con Los Panchos, Fernando Fernández o Los Tres Diamantes. Y llegó a Perú.

El bolero cantinero lleva complejos punteos de guitarra, a veces metales, percusión y una letra que suele hablar del amor en tono lastimero, "cebollero", porque hace llorar. Invadió las rockolas de la época. De acuerdo con los especialistas, es una mezcla del bolero cubano y mexicano con el huayno sufrido de los Andes.

Ahora son pocos los lugares donde se escucha y se baila bolero. Las baladas y los géneros modernos lo han desplazado.

Uno de esos lugares es el anfiteatro ubicado en el Parque Kennedy, en el distrito limeño de Miraflores. Cada sábado se concentran parejas en su plaza principal. Cuando suena un bolero, los "jóvenes" de más de 50 años van hasta el centro.

"Es como volver a vivir", dice a la AFP María, una viuda de 72 años que recuerda la época en que en un fiesta se bailaba guaracha y boleros cantineros.

En el anfiteatro aún se baila en una sola baldosa, con las manos entrelazadas, sintiendo la respiración, los latidos del corazón y el roce de mejillas. No falta una mirada cómplice.

Santiago Salcedo, el promotor del Festival del Bolero, que reúne a los mejores exponentes -o a los que van quedando-, recuerda que su espectáculo comenzó en los cines de barrio. Una función de cinco horas con boleristas. No había una sola radio que no tuviera espacio para este género.

"El festival llenaba cines con capacidad para más de mil personas que desde temprano hacían largas colas para estar cerca del escenario", cuenta a la AFP. La primera canción considerada la abanderada del bolero cantinero fue "Emborráchame de amor" de Mario Cavagnaro, que también cantó el gran Héctor Lavoe.

"Ya no hay nuevos boleristas ni compositores", dice Guiller, conocido como "El rey de las cantinas", por su famosa canción que lleva el mismo nombre.

El Festival del Bolero comenzó a decaer cuando apareció el DVD y los cines de barrio fueron cerrando y vendiendo sus locales. El evento ya no tiene un lugar para su espectáculo y las emisoras prefieren música "moderna".

"Ahora la juventud no sabe de bolero", opina José, un chofer de taxi de 67 años. "Antes, en mi época, uno iba a una fiesta y ya estaba mirando a la chica que le gustaba. En el primer bolero la sacabas a bailar y la enamorabas, en el segundo ya la estabas invitando a salir o a ir a la matiné", la función vespertina de cine.

Jhonny Farfán, el único sobreviviente del trío de la época de oro del bolero cantinero, a sus 73 años aún canta sus temas famosos como "El oro de tu pelo" o "Señor abogado", y dice que este género "es parte de la vida del pueblo".

"A los boleristas pese a los años aún se nos contrata, se corean nuestras canciones", dice Pedro Miguel Huamanchumo, director del grupo Pedro Miguel y sus Maracaibos.

Y parece haber esperanza en las nuevas generaciones: "El bolero nunca va a morir porque es un mensaje de los enamorados, una declaración hecha con un bolero", dice Julia Díaz, de 39 años, trabajadora de "El Eslabón", mientras atiende a los fanáticos.