Aunque en aquella época ya era toda una estrella del pop, la vida que Ana Torroja eligió llevar tras mudarse a Nueva York en 1992 para alejarse de la atención mediática y recuperarse de una laringitis después de la separación del grupo Mecano no fue la que se esperaría de una celebridad.
En lugar de instalarse en un lujoso hotel o en un ático con vistas a la Gran Manzana, la cantante alquiló un pequeño piso sin más comodidades que las justas y necesarias.
"Me renté un apartamento que en ese momento estaba vacío, alquilé un sofá-cama y compré un mueblecito de pino como mesita, para tenerla al lado del sofá-cama. No tenía ningún mueble más" , recuerda la intérprete en una entrevista con el presentador Ismael Cala para el programa 'Cala' de la cadena CNN en Español.
Una vez instalada, Ana se dedicó exclusivamente a pintar durante toda una semana, limitándose a poner un pie fuera de su apartamento solo cuando le resultaba estrictamente necesario.
"Me compré pinturas y una cajita colombiana llena de flores y me dediqué durante una semana a pintar flores, solo salía para ir a comprar y volver. Fue una terapia para poder sanar y vaciarme, vaciarme para poder volver a llenarme de cosas".
El motivo que llevó a Ana a dar un cambio tan radical en su vida fue que sentía que se había perdido a sí misma.
"Necesitaba un lugar donde ser anónima y allí me sentía anónima. Sentía que ya no era yo, que era Ana la de Mecano, que ya no era Ana Torroja o Ana, a secas", explica la cantante. "Lo que necesitaba era recuperar a Ana. No quería ver a nadie, no quería escuchar nada, quería estar conmigo misma".