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Maximiliano Guerra, el "pibe" que quería ser futbolista, en el podio del ballet argentino

El argentino Maximiliano Guerra quería ser futbolista, pero las piruetas de la vida lo convirtieron en una estrella internacional de la danza y lo pusieron al mando del ballet del teatro Colón, uno de los cinco mejores del mundo por tamaño, acústica y trayectoria.

A sus 47 años, Guerra no renuncia a su imagen de muchacho rebelde, pero se pone serio al hablar de su nueva tarea al frente de este histórico escenario, desde donde sueña con recuperar para Argentina la prevalencia perdida ante Brasil --aunque "esto no es fútbol", aclara.

Vestido informalmente con unos jeans rojos, camiseta blanca y negra y zapatillas deportivas, su figura contrasta con los dorados, arañas y vitrales del Salón Dorado del coliseo de Buenos Aires, donde recibió a la AFP.

"Lo que tiene de interesante el ballet argentino, fundado por la escuela italiana, es su mixtura. Tiene un poquito de las grandes escuelas mundiales, como la rusa, la francesa o la italiana", dijo Guerra, quien compartió escenarios con la célebre rusa Maya Plisetskaya y las italianas Alessandra Ferri y Carla Fracci.

Expectante por el debut el domingo de la temporada de ballet del teatro, aseguró que el baile es parte de la vida del país: "Somos un pueblo danzarín. Se baila tango y folklore en las calles y en casi todas las fiestas familiares".

En 1985 integra el Ballet Estable del Colón, luego se suma a Los Angeles Ballet Company, fue primer bailarín del London Festival Ballet (Londres), del Deutsche Oper de Berlín... Se presentó en escenarios míticos como la Scala de Milan y la Opera de Roma, los rusos Bolshoi y Mariinski, el Ballet de Hamburgo, entre otros.

Este artista que llevó al coreógrafo estadounidense John Neumeier a crear para él una obra con música de Bartok, se entusiasma con el nivel de la danza clásica en América Latina.

"El ballet clásico está bien en la región, donde se reflejó un fenómeno que es mundial, el que la predominancia de escuelas se fue mudando. Hoy los mejores bailarines vienen de Asia y no de Europa", explicó.

En Latinoamérica, mientras "en una época predominaba la escuela y fortaleza de los argentinos, hoy prevalece la escuela brasileña", lamentó.

"Tenemos que recuperar esa posición. No por competencia porque esto no es el fútbol, sino por el talento que tenemos", añadió el flamante director, al destacar a Cuba "como un referente".

"Nací en Almagro, un barrio de Buenos Aires muy tanguero y futbolero y, como todo niño en Argentina, como en Sudamérica, quería ser futbolista", recordó Guerra, que entre los 5 y los 13 años jugó en River Plate.

Pero ¿cómo llegó al ballet este muchachito que no paraba un minuto en todo el día y hasta se colgaba de las arañas de luces de su casa?

"De manera casual. Mi hermana Ana Valeria bailaba jazz y yo fui con mi mamá a buscarla. Llegué al final de un entrenamiento en un salón que era como una cancha de fútbol y todos estaban saltando y transpirando con el acompañamiento de un piano", recordó.

Sus padres, amantes de la música y la danza, "aceptaron sin titubear" y poco después tuvo una pequeña aparición como hijo de Espartaco en el Colón.

"El corazón me dijo que esto era lo que quería hacer para toda la vida. Yo quería bailar, estar en el escenario. Quería tener esa sensación mágica de la música, el olor de la escenografía, de los vestuarios, la orquesta sonando", dijo.

Con los ojos iluminados abundó en esa experiencia de hace 34 años: "Este escenario es místico. Desde aquí se ve un hueco negro, pero lo cierto es que hay una, dos o tres mil almas sintiendo. Ahí decidí que iba a ser bailarín".

A un costado del escenario, Guerra observó esta semana el ensayo general de la "Trilogía Neoclásica", que marcará el inicio de "la era Guerra" y de la temporada de ballet 2015 del Colón.

Sus principales objetivos como director son volver a ver a los bailarines felices sobre el escenario, traer coreógrafos extranjeros y hacer giras internacionales.

También quiere ayudar a liberar al ballet del corset de la élite, una tarea que comenzó hace años en Argentina de la mano del propio Guerra y de Julio Boca, otra estrella argentina que hoy dirige el ballet Sodre de Uruguay.

"A Julio y a mí nos reconocen los taxistas, nos saludan los recolectores de residuos. Eso significa que los bailarines son populares", dijo el bailarín, ahora arropado por las luces del Colón.

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