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Plan pionero en EEUU ayuda a drogadictos a limpiar sus vidas

Kylee Moriarty ha pasado por altos y bajos desde que decidió desengancharse de la heroína este pasado verano.

El viaje de la joven de 26 años empezó en julio cuando apareció, golpeada y demacrada, en la comisaría de Gloucester, Massachusetts, buscando beneficiarse de un programa pionero del departamento que interna a los drogadictos en centros de tratamiento en lugar de en la cárcel.

A finales de septiembre, Moriarty lleva "limpia" unos 70 días — su racha sin consumir más larga en años, según ella y su familia. Su madre, Jackie Law, la visitó. Era la primera vez que veía a su hija en casi un año.

En el exterior de la casa de acogida temporal donde se está alojada Moriarty, las dos se sentaron en el banco de una mesa de picnic, disfrutando de una cálida mañana.

"Nunca pensé que volveríamos a estar así de nuevo", dijo Moriarty, agarrando la mano de su madre.

"Estabas realmente enferma", masculló emocionada Law. "Pero ya no lo estás. Estás de vuelta. Y estoy muy contenta".

"Ahora no me voy a ningún sitio", reafirma Moriarty.

Días después, sufrió un tropiezo.

Fue expulsada de la casa luego de que los compañeros con los que vivía la acusaron de haber consumido marihuana, una afirmación que ella niega con vehemencia.

Moriarty dijo que en los últimos tres meses pasó por momentos en los que estuvo a punto de abandonar y ceder a sus antojos, pero sostiene que nunca lo hizo.

"La directora quería básicamente que mintiera", dijo furiosa todavía por la decisión de enviarla a otra casa de recuperación cercana, donde ahora debe someterse a exámenes de drogas sorpresa, pero donde tiene más libertad para buscar trabajo o realizar actividades fuera de la vivienda. "Dijo que si admitía que estaba drogada, me dejaría quedarme. Pero estoy segura de estar limpia y sobria".

Moriarty dijo que está más comprometida que nunca a mantenerse alejada de las drogas. Está centrada en recuperar la relación con su familia. También espera algún día poder recuperar el contacto con su hijo, Landon, que está bajo la custodia de su padre biológico.

"Esto es lo que me mantiene en marcha", explica. "Voy a recuperar esas cosas que perdí".

Explica que su adicción fue el resultado de unos años turbulentos en los que enfrentó un cáncer de vejiga, dio a luz a su hijo prematuro dos meses antes de lo previsto y vivió el suicidio de su padre biológico.

"Fueron muchas cosas juntas", señaló Law. "Justo después del cáncer, su vida se aceleró".

Law dijo que cortó la relación con su hija para proteger a Landon, a quien crió durante años debido a la adicción de Moriarty.

"Tuve que tomar la decisión de dejarte ir", dijo a su hija durante su encuentro. "Emocionalmente estaba muy cansada. Me tomó mucho tiempo incluso venir aquí. No sabía qué esperar".

"Tomaste la decisión correcta, mamá. Yo era completamente tóxica para todo el mundo en mi vida", respondió Moriarty.

Tras el suicidio de su padre en 2008, solo meses después del nacimiento de Landon, Moriarty dijo que empezó a consumir Suboxone, un medicamento con receta que su novio en ese entonces había estado tomando para curar su adicción a la heroína.

A partir de ahí, recuerda, cayó en una espiral de consumo de drogas, desde MDMA a oxicodina, cocaína y heroína. Durante el proceso, fue arrestada por varios delitos, incluyendo conducir a gran velocidad, agresión leve, recibir propiedad robada y resistirse al arresto.

El punto de inflexión se produjo a principios de julio, cuando su pareja le pegó y la echó de casa, acusándola de robar sus drogas. En un giro del destino, dijo Moriarty, el altercado fue una bendición.

"La cárcel no me sirvió; perder a mi familia y mi hijo sí", dijo. "Literalmente tuve que dormir en un parque durante tres días sin zapatos y con la cara destrozada para llegar a esa completa y total desesperación".

Finalmente se puso en contacto con Joe Titone, un amigo de la familia desde hace años, para recibir ayuda.

"Casi lloré. Se veía horrible. Perdió más de 13 kilos (casi 30 libras). Su cara estaba negra y azul por la golpiza", recuerda el vecino de Seabrook, en New Hampshire.

Titone la llevó de inmediato a un hospital en el sur de New Hampshire, pero funcionarios le dijeron que no le podían ofrecerle tratamiento para su adicción a las drogas. Fue entonces cuando la llevó a la comisaría de Gloucester.

Para entonces, el departamento ya era conocido por ofrecer una alternativa radical a los heroinómanos: Comprométanse a dejar las drogas y la policía les meterá rápido en tratamiento, sin hacer preguntas. El programa, que ahora se ha replicado en varias ciudades, ha proporcionado asistencia a más de 200 adictos.

El jefe de policía de Gloucester, Leonard Campanello, quien se ha convertido en una prominente voz en la epidemia nacional de adicción a las drogas que afecta especialmente a Nueva Inglaterra, conoció a Moriarty la misma noche que llegó a la comisaría y se ha mantenido en contacto con ella desde entonces.

El departamento se hizo cargo de su primer alquiler mensual de 150 dólares y le proporcionó algunos efectos personales para que comenzase su andadura en su nuevo centro de recuperación.

Campanello dijo que no está demasiado preocupado por su último traslado siempre y cuando mantenga su compromiso de vivir alejadas de las drogas.

"Está a años luz de donde estaba hace dos meses y medio", afirmó. "La enfermedad es algo que va día a día. Va a tener que trabajar en ella a diario".

Moriarty dice estar preparada para sortear los altibajos.

"Ya no me levanto por las mañanas temiendo mi día. Estoy viva. Ahora tengo esperanza", apuntó. "Sigo teniendo mucho en lo que trabajar".